El adiós de Pupu

Llegamos al infame callejón sin salida en el que malviven Ricardo, sus hermanos y Pupu.

La escena parece apocalíptica. Por razones que prefiero desconocer, en el descampado que se abre al final del callejón estan quemando unos neumáticos provocando una intensa humareda negra que contribuye a otorgarle una tonalidad lúgrube a la escena.

Primero baja Antonio, y se lleva a Giovana y a Manuel de la mano.

Me quedo con Ricardo y Pupu, para que Antonio regrese a por las maletas.

Abro la puerta y Pupu desciende despechado, para coger su bolsa y arrojarla a la acera y buscar cobijo sentado en el capó de un coche dando la espalda a la furgoneta.

-¿Qué te pasa, Pupu? ¿Por qué estás enfadado?

- ¡No quiero!, ¡No quieeeeeero!- Afirmación que concuye con un respingo para cruzar los brazos.

Unos minutos después, Antonio regresa a por las maletas y puedo subir a Ricardo en su silla de ruedas y acercarlo a casa para evitarle los dos pisos de escaleras.

Giovana, Manuel y Estela me abrazan muy apasionados.

Su madre Aurora me da las gracias. -Aquí tenéis vuestra casa-

Antonio no me mira desde la conclusión del desayuno. Esta mañana fui a darle un beso mientras estaba sentado en un rincón apartado desde donde es más fácil tomar conciencia de lo que concluye. Le pedí que siguiera haciéndolo tan bien, echándose la casa a la espalda. Sus trece años no le impiden mostrar la responsabilidad de un improvisado padre de familia. Seguramente es quien más sienta nuestra marcha y quizá con el abrazo de esta mañana haya tenido despedida suficiente.

- Hasta el año que viene, llamadme si nos necesitáis.

...

Pupu sigue apoyado con los brazos cruzados, a distancia de una patada de la bolsa que sigue en la acera.

- Pupu, me marcho.

- Pupu, ¿me das un beso?

- ¡No quiero!, ¡No quieeeeero!

- Adiós, Pupu.

El motor de arranque pone música a un final que entremezcla la rabia por el callejón infame, por la sensación de dejarlos en el sitio equivocado y configuran una emoción de negrura que encaja con el humo de los neumáticos cuya combustión parece ir apagándose.

Marcha atrás, quedan 20 metros para recuperar la Avenida de Arrayanes y generan un plano casi cinematográfico entre los grupos de personas sentados en las esquinas, la basura en las calles, el descampado y el humo negro...

E iniciando el giro del volante, a contraluz, la imagen de Pupu que abandona el capó del coche para ocupar el centro de la calle...

Por la ventana abierta, un grito desgarrador...

- ¡Maeeeestro! ¡No quieeeeero que me dejes aquí!.

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